No solo es el país del mundo con un mayor peso de la fisión en la producción de electricidad, sino que se ha convertido en una cuestión de identidad nacional desde tiempos del expresidente Charles de Gaulle. En plena guerra fría, París se embarcó en un ambicioso proyecto atómico para asegurar la independencia energética tanto del bloque occidental como del soviético en plena Guerra Fría.
Hoy, cuando el mundo vuelve a estar dividido en bloques y la energía se ha convertido en una poderosa arma de guerra, la nuclear vuelve ocupar el centro del debate. Pero en el extenso parque atómico francés, antes un motivo de orgullo para el país, empiezan a aflorar algunas grietas que hacen crecer la preocupación sobre su futuro energético.
En Francia hay 56 reactores, más que en China, un país que multiplica por 20 su población. Estas plantas producen el 70% de la electricidad, lejos del resto de países del club nuclear, como Suecia (31%), Rusia, Estados Unidos o España, los tres alrededor del 20%. "No hay equivalente en el mundo ni en consumo eléctrico ni en aportación a la industria", asegura Yves Marignac, experto en energía nuclear del Instituto Négawatt, en un encuentro con periodistas internacionales en Nancy, Francia.